SIN RESERVARTE NADA
En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús:
-«Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. »
Yo soy muy peliculero. Me gusta imaginarme escenas y ponerles diálogos. En esta Pedro está a lo suyo, con sus runrunes. Y cuando no es él (se ve que la inquietud por lo que vendría después era tema de cotilleo de camino entre los Apóstoles y los que estaban a su lado), entra en escena la madre de los Zebedeos (¿os acordáis de la escenita no?). Pues Pedro se planta delante de Jesús y le suelta a bocajarro: “Jesús, que digo yo que bueno… que… que algo de recompensa tienen que tener los que te siguen, Jesús. Que esto de dejar todo, de aparcar los propios planes y proyectos, incluso descolocar mi vida y la vida de mi familia, está bien, es duro y tal, pero como que tiene que llevar a algo… que digo yo que al menos un puesto en el Reino que anuncias, un asiento, un lugar especial y reservado. Ya no pido ser el primero o estar a la derecha o a la izquierda de tu trono (¿Porque habrá trono, no?), pero un puesto cerca del que manda…”
Y Jesús sentencia (ahora y en el capítulo 20 con la madre de los otros dos hermanos): “No te enteras, Pedro. Un lugar tendrás… pero no olvides, no olvidéis, que los puestos tienen que ver con renovar vuestra vida y seguir mis pasos, que llevan, sí o sí, a la entrega de la vida. Y ante tu vida entregada, dada sin miedo y sin reservarte nada, tendrás la vida eterna. Pero sólo así”.
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